domingo, 16 de agosto de 2009

Chicago.

El verano del 2009 me había hecho olvidar muchas cosas, y desafortudamente, una de ellas, era la sensación que uno sentía al llegar a casa tras una noche de las que te duele la mandíbula de tanto reír.

Coger un taxi dirección Principe Pío, y una vez allí, arrastrarme hasta la línea 10 para llegar a Joaquín Vilumbrales, mi estación fetiche, para recoger mi coche y recorrer el trayecto que me lleva hasta mi casa. Estoy seguro que podría recorrer ese camino al volante y con los ojos cerrados, pero no seré yo quien tiente a la suerte. Gritar "Merezco" de Zahara mientras conduzco y me da el aire en la cara. Aparcar el coche en la mismísima puerta de mi casa. Entrar, quitarme toda la ropa frente a la lavadora y coger una botella de dos litros de agua de la nevera. Bebérmela como si se fuese acabar el mundo mientras atiendo mis redes sociales. Quitarme las lentillas. Apagar el ordenador, las luces, el cerebro. Todo puesto en OFF con una mueca sonriente en mi cara. Podría acostumbrarme a la felicidad que siente uno al quitarte los zapatos y pisar el suelo frío de la cocina.

Siempre he tenido algo de adivino. Y anoche yo pronostiqué que sería una buena noche. Es verdad que importa más la calidad que la cantidad, y anoche lo demostramos. Hasta la policía parecía estar de buen humor.

Entramos a Elástico, nuestra pequeña píldora de vida anoche. Cantamos, bailamos, gritamos. El hecho de que sonase "Bailando" de Alaska y los Pegamoides fue una señal. Hubo de todo. No seré yo quien lo describa, me lo guardo para los que vivimos ese éxtasis musical y amistoso anoche.


Y que cumplas mucho más, Carmen.
Mi coco me dice hoy: Dame pistachos (BCN!)

2 comentarios:

  1. podría decir sin reparo que anoche todo fue "nuestra pequeña píldora de vida"
    ;)

    ResponderEliminar
  2. hoy quizá no sea pero y el martes?? unas cañas tontas en plan: sí, sí, vamos al cien montaditos... y acabar en cualquier terraza bebiendo cerveza y yendo al delirio después...

    ResponderEliminar