Nunca me ha gustado deshacerme de las cosas antiguas. Por suerte o por desgracia, siempre he vivido en una casa con un lugar donde amontonar las cosas y pocas han sido las veces que me he plantado frente a los montones de cosas acumuladas a hacer limpieza. Tengo montones de cajas de cartón repletas de papeles, agendas, fotos, recuerdos de viajes, peluches, figuras, cartas... por toda mi casa: en la buhardilla, en el trastero, en una habitación vacía, en los recovecos de la mía...
Hoy escuché decir a una buena amiga: "no tengas miedo a tirar las cosas, estamos en una sociedad donde todo es tan barato y tan fácil de adquirir, que de nada sirve amontonar trastos".
Quizás sea el mejor consejo que escuche antes de terminar el 2009. Un canto al renovarse y el reconstruirse. Un precepto aplicable a todo lo material e inmaterial que rodea nuestras vidas. No ampararse en los recuerdos del pasado, construir un camino limpio de estorbos, aprender a continuar y mirar al frente. Dedicamos demasiado tiempo a pensar en todo lo que tenemos y hemos conseguido y perdemos capacidad de observar el horizonte y disfrutar de lo que viene. Disfrutemos de las batallas ganadas, olvidemos las perdidas y planifiquemos las futuras.
Y para ello, empecemos con la limpieza, la purificación: deshagámonos de todos aquellos y de todo aquello que ya no nos sirve o que no nos aporta nada al futuro. Despidámonos de ello/s con alegría y con agradecimiento, porque seguramente parte de los que somos y seremos se lo debemos. Y busquemos nuevas cosas de las que deshacernos dentro de un tiempo.