"Las pérdidas son positivas. Sé que cuesta creer en ello, pero las pérdidas son positivas. Tenemos que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás"
El Mundo Amarillo. Albert Espinosa
Vivimos encerrados en la idea de que toda pérdida supone un momento triste y amargo en nuestras vidas. Perder a un ser querido, perder el tren por cuatro segundos, perder nuestra camiseta favorita, perder jugando al mus... La sociedad nos ha hecho creer que todo lo relacionado con perder (excepto, supongo, perder la virginidad, y en cierta medida, perder la cabeza) es negativo para nosotros. La suposición de deshacernos de algo. Perder incluso, me parece dramático: cuando uno escucha perder, entiende que no ha habido capacidad de evitarlo.
Hace poco perdí mi teléfono móvil. No encuentro por ningún lado esa camiseta que tanto me gustaba y que me costó dos duros. Pierdo constantemente los bolígrafos bic azules que utilizo obligatoriamente para escribir. He perdido para siempre a seres muy queridos, entre ellos, a mi padre. También he dejado por el camino a grandes amigos, aunque supongo que siempre hay vuelta atrás, no hay nada que no solucione cien perdones. Una vez perdí las llaves de mi coche y me las recuperaron las camareras de mi Universidad. Y la carpeta con todos mis apuntes, pero milagrosamente, apareció en mi habitación. He perdido cientos de metros y trenes, obligado por la desidia del que vive en el extrarradio. Perdí un vuelo a Barcelona y mil amores de una noche. He perdido las cabezas mil y una veces. Y no estoy seguro de haber perdido la virginidad.
Hagamos una fiesta, la fiesta de los objetos perdidos. Y sigamos hacia delante. Aun nos queda mucho que perder, pero mucho más que ganar. Y de perdidos, al río.