jueves, 12 de noviembre de 2009

Gravedad.

De la imposibilidad y la impotencia: El tiempo y la distancia.

"El tiempo que se va, ya nunca volverá, ni aunque tu te empeñes"

Mi Coco. Los Piratas
I. Del tiempo.
A veces existen esas etapas de la vida donde tus horas se llenan, inconscientemente, de recuerdos del pasado. Una canción que suena aleatoriamente en tu Spotify, un contacto que asoma en tu Facebook, una situación que te recuerda a aquello que ocurrió. Es en los tiempos de paz cuando la mente está más relajada y más preparada para recibir estos retazos de la historia que vivimos. Cuando está lo suficientemente desocupada para perder el tiempo en recordar y hacerse daño a si misma.

Dice el texto de Luis Cernuda: "Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos. ¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis". Eso es el amor, eso es cualquier tipo de amor. Es un recuerdo. Un recuerdo presente, un recuerdo pasado, un recuerdo futuro. No podemos diferenciar entre alegrías y penas, porque se quedan fusionadas en el recuerdo. Y un recuerdo, como un elemento del pasado, no es nada más de un trago amargo.

II. De la distancia.
A veces, uno necesita de la distancia para poder entender el tiempo. Necesita ver las cosas a kilómetros, para poder relativizar y encontrar las respuestas más puras y sinceras, limpias de toda ornamentación.

Yo tenía 16 años y mis clases de Economía eran mis horas favoritas de la semana. Por entonces, aun soñaba con un mundo mejor, con historias con Ismael Serrano como banda sonora (y estudiantes con flequillo, y pantalones de campana, por qué no) y con un futuro prometedor. Mi profesora no tenía más de 23 años y por alguna razón que aun desconozco o que no quiero conocer, me sentía más cercano a ella que a cualquiera de mis compañeros. He recordado esta semana que ella, de alguna forma desconocida para mí y para ella, fue mi inspiración para ser algo en la vida, para estudiar lo que estudio y para que mi canción favorita sea la que es. Y no sé si ella creería en mi futuro prometedor, dudo que el mundo sea mejor hoy en día y se han extinguido los estudiantes con flequillo y pantalones de campana. Pero por entonces, con 16 años, yo era tan inocente que me creía el rey del mundo, y pensaba que tenía la llave de todas las puertas. Los años te las van cerrando y las ilusiones se van enterrando en algún lugar recóndito de la nada.

La realidad te atrofia las ganas de luchar por algo mejor, te vuelve conformista y aplasta cualquier vestigio de rebeldía. Nos conformamos con la vida que tenemos, con la gente que nos rodea, con nuestros trabajo y nuestro sueldo. Nos enfadamos porque nada de ésto es mejor. Pero no ponemos remedio. No sabemos luchar, nos lo han dado todo hecho. No nos hemos preguntado que hay más allá. Ni queremos saberlo. Y cuando queramos saberlo, será demasiado tarde.

1 comentario:

  1. Mi alma entera te daría si yo tuviera garantías
    de que soy yo a quien tú esperas..

    ResponderEliminar